sábado, 13 de febrero de 2010

resumen de amanecer

-Vámonos, Bella. Ordenó Edward con voz baja y sombría.

Parecía como si durante todo ese tiempo hubiera echado raíces en el suelo, porque me quedé totalmente inmóvil y aterrorizada. Edward tuvo que agarrarme del codo y tirar bruscamente de mí para sacarme del trance. Alice y Emmett estaban muy cerca de mi espalda, ocultándome. Tropecé con Edward, todavía aturdida por el miedo y no pude oír si el otro grupo se había marchado ya. La impaciencia de Edward casi se podía palpar mientras andábamos a paso humano hacia el borde del bosque.

Sin dejar de caminar, Edward me subió encima de su espalda en cuanto llegamos a los árboles. Me sujeté con la mayor fuerza posible cuando se lanzó a tumba abierta con los otros pegados a los talones.

Mantuve la cabeja baja, pero no podía cerrar los ojos, los tenía dilatados por el pánico. Los Culles se zambulleron como espectros en el bosque, ahora en una absoluta penumbra. La sensación de júbilo que habitualmente embargaba a Edward había desaparecido por completo, sustituida por una furia que lo consumía y le hacía ir aún más rápido. Incluso conmigo a las espaldas, los otros casi le perdieron la espalda.

Llegamos al Jeep en un tiempo inverosímil. Edwad apenas se paró antes de echarme al asiento trasero.

-Sujétala- ordenó a Emmett, que se deslizó a mi lado.

Alice se había sentado ya en el asiento delantero y Edward puso en marcha el coche.

El motor rugió al encenderse y el vehículo giró en redondo para encarar el tortuoso camino.

Edward grunía algo demasiado rápido para que pudiera entenderle, pero sonaba bastante parecido a una sarta de blasfemias.

El traqueteo fue mucho peor esta vez y la oscuridad lo hacía aún más aterrador. Emmett y Alice miraban por las ventanillas laterales.

Llegamos a la carretera principal y entonces pude ver mejor por donde íbamos, aunque había aumentado la velocidad. Se dirigía al sur, en dirección contraria a Forks.

-¿Adónde vamos? - pregunté.

Nadie contestó. Ni siquiera me miraron.

-¡Maldita sea, Edward¡ ¿ Adónde me llevas?

-Debemos sacarte de aquí, lo más lejos posible y ahora mismo.

No miró hacia atrás mientras hablaba, pendiente de la carretera. El velocímetro marcama más de ciento noventa kilómetros por hora.

-¡Da media vuelta¡ ¡ Tienes que llevarme a casa¡ - grité. Luche contra aquel estúpido arnés, tirando de las correas.

Emmett- advirtió Edward con tono severo.

Y Emmett me sujetó las manos con un férreo apretón.

- ¡ No¡ ¡Edward, no puedes hacer esto¡

-He de hacerlo, Bella, ahora por favor, quédate quieta.

-¡ No puedo¡ ¡Tienes que devolverme a casa, Charlie llamará al FBI y éste se echará encima de toda tu familia, de Carlisle y Esme¡ ¡Tendrán que marcharse, y a partir de ese momento deberán esconderse para siempre¡

-Tranquilizate Bella - su voz era fría- ya lo hemos hecho otras veces¡

-¡Pero no por mí, no lo hagas¡ ¡No lo arruines todo por mí¡

Luché violentamente para soltarme, sin ninguna posibilidad.

-Edward, dirígete al arcén- Alice habló por primera vez.

Él la miró con cara de pocos amigos, y luego aceleró.

-Edward, vamos a hablar de esto.

-No lo entiendes- rugió frustrado. Nunca había oído su voz tan alta y resultaba ensordecedora dentro del Jeep. El velocímetro rebasaba los doscientos por hora- ¡ Es un rastreador, Alice¡ ¿Es que no te has dado cuenta? ¡Es un rastreador¡

Sentí cómo Emmett se tensaba a mi lado y me pregunté la razón por la que reaccionaba de ese modo ante esa palabra. Significaba algo para ellos, pero no para mí; quería entenderlo, pero no podía preguntar.

-Para en el arcén, Edward.

El tono de Alice era razonable, pero había en él un matiz de autoridad que yo ho había oído antes. El velocímetro rebasó los doscientos veinte.

- Hazlo, Edward.

-Escúchame, Alice. Le he leído la mente. El rastreo es su pasión, su obsesión, y la quiere a ella, Alice, a ella en concreto. La cacería empieza esta noche.